En 1974, en Tingüindin, municipio soberano del
estado de Michoacán, el afortunado profesor Don Rutilio Vilchis, fue justamente
nombrado Subdelegado Municipal de Obras Públicas y Programas Sociales por “El Don
Licenciado Prócoro Arjona”, asesor directo del Subsecretario de Obras
Públicas durante el gobierno de Don Luis Echeverría.
En Michoacán, dicho nombramiento fue entonces
“arropado” por algunos elementos operativos de Tlaxcoaque, enviados por el mismo
Secretario de Gobernación Mario Moya. Siniestros elementos que tenían como
objetivo amedrentar a todo aquel pobre funcionario que administrara recursos en
el nombre del Partido.
La entonces Secretaría de Obras Públicas,
precursora de Sedesol, organizó el evento donde naturalmente debía ser: en el
cuartel moreliano de la CNOP. No hubo mucha ceremonia más que un par de discursos
sobre el “progreso” y algo del “campo”. Don Rutilio pensó que haberle puesto un
micrófono a una secadora hubiera cumplido igual por los tonos somníferos que
después engendrarían al ídolo de los narcolépticos: Fidel Velázquez.
La verdadera ceremonia se desarrolló después
en una oficina sindical muy bien decorada –por supuesto-, en la que tal vez dos
elementos del Presidente, o tal vez de la Dirección Federal de Seguridad o del Secretario,
amedrentaron al Profesor Rutilio con nombres de personajes oscuros del partido. Juego de policía bueno y policía malo entre
whiskies o coñacs y pistolas en un exquisito escritorio de caoba. Finalmente,
tras un discurso intensivo de lealtad repetitiva y amenazas, le entregaron un
nuevo pin del PRI reluciente. Luego, lo atiborraron con cientos de supuestas
tareas surrealistas, ahora responsabilidad suya, las cuales delegaron con sorna
y balbuceos alcohólicos al tiempo que estos extraños titiriteros prendían
habanos en un desplante fálico. Al final de las peroratas políticas petulantes entendió
el reto: cómo mentir sistemática y estratégicamente para no hacer enojar a
nadie sobre tanta promesa presidencial imposible. Es decir: administrar las
mentiras.
Salió muy confundido. Subió a su Datsun y se
dirigió solo a las modestas oficinas que le correspondían en Tingüindin; esas
clásicas de concreto leproso y triplay descarapelado.
Hoy Don Rutilio sigue a cargo de
esa oficina, pero bajo las siglas de Sedesol y con un encargo diferente:
repartir dinero a todos los susceptibles beneficiarios elegidos con criterios
electorales. El nuevo “desarrollo social” prefiere darle dinero a una madre
soltera antes de construir guarderías; prefiere regalar dinero a los adultos
mayores antes de construir asilos de calidad e infraestructura incluyente.
Desde 1974, Don Rutilio echó mano de Normita,
quien sería su secretaria. Y, como una historia de éxito mexicana, después de
casi seis décadas, sigue operando como secretaria, particular, coordinadora de recursos
humanos, atención ciudadana y encargada de la oficina cuando Don Rutilio no
está.
En días pasados, el Comisario Ejidal de los
ejidos aledaños de Rincón del Chino, Macedonio Rojano, en representación de
varias familias, fue a recibir sus apoyos y subsidios a las oficinas de Don Rutilio.
Este, ya con alopecia previsible, hipertensión, un ojo bizco y un deseo
constante de adquirir síndrome de Tourette, recibió a Macedonio muerto de miedo.
La camisa amarilla de nuestro funcionario estrella comenzó a oscurecerse en
zonas estratégicas: alrededor de las axilas, cuello y debajo de las tetas,
singularmente prominentes.
Ante el bigote grueso, mirada profunda y los
dedos gruesos de Macedonio, Don Rutilio empezó a tener una taquicardia. La
oficina de Rutilio ya le había prometido con certeza múltiples apoyos. Ya le
habían hecho ir siete veces a llenar 54 formatos. Desafortunadamente, Normita,
no triplicó el sello oficial y olvidó enviar el oficio de requerimiento a
tiempo porque los accesos a Tingüindin estuvieron bloqueados por normalistas.
Ante tal situación, los superiores estatales y federales simplemente desecharon
el caso; no procedió el subsidio; y es que ya les urgía a los Godínez de la
Sedesol en la capital irse a Papa Bill’s antes de analizar el caso.
Macedonio enfureció justamente. Regresó tres
días después a la oficina de Don Rutilio con decenas de compañeros con machetes
y tomaron las oficinas. Esperaron a que llegara la prensa, y una vez listas las
cámaras, incendiaron el derruido edificio de la subdelegación. Los camiones de
redilas, la gasolina y operación estuvieron a cargo de operadores políticos de
Morena.
Ante esta terrible crisis, nuestro
Presidente, Enrique Peña Nieto, se enteró de la terrible situación debido a
algunos tuits y a un blog purépecha operado por Anonymous-Michoacán, que además, logró incendiar el asunto en
Twitter consiguiendo que Carmen Aristegui pescara el tema y construyera un
ingenioso titular que decía: “Corrupción
en Programas de Sedesol construyen Casa Blanca de EPN”. Sopitas y su blog
lo replicarán con el siguiente título: “Otra vez, represión a los campesinos.”,
aunque el texto en realidad hablará del rumor del aumento del Metro a $500
pesos impuesto por Salinas.
Enrique Peña, muy enojado por lo que veía en
su cuenta de Twitter, decidirá salir a explicar el asunto en los medios masivos
que le tomen la llamada. Defenderá a Don Rutilio y a Normita y a sus programas
de subsidios. Lo malo es que sus asesores le informarán que Rutilio y Normita
son del equipo de básquet de los niños triquis. Naturalmente, Aristegui,
Sopitas y el Doctor Jalife, presentarán en la CNDH y en la Haya una queja sobre
los actos de Peña por segregación indígena, misoginia, sionismo, homofobia,
adulterio, hedonismo, por metalero y por traición a la patria.
Después, saldrá un spot nacional inexplicable
de Morena. López Obrador declarará que la corrupción de Peña en los programas
sociales será perdonada de acuerdo a los pasajes del Levítico y que, cuando él
sea presidente, los Oxxos imprimirán billetes al gusto del cliente.
Después, en la redes sociales, todos se
indignarán. Enrique Peña seguirá tuiteando y declarando sin estrategia y sin un
equipo profesional de contención que lo asesore mientras sucumbe ante las
hordas de jihadistas cibernéticos.
Todos tuitearán y escribirán en Facebook de
lo hartos que están de la corrupción. Después se les pasará porque tienen una
boda en Cocoyoc del cuate de Contabilidad de Pfizer.
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